La explosión de la NWOBHM a principios de los 80 vino propiciada por un grupo de músicos que ofrecían una alternativa al punk reinante en aquellos días. Los incombustibles Saxon, Judas Priest, que llevaban por aquel entonces algunos años dando guerra pero que se les encasilló dentro de este genero a raíz de obras como “British steel”, los rockeros Samson y los que nos ocupan, Iron Maiden, se erigieron como los abanderados de esta nueva generación de artistas que a posteriori influenciarían a muchos otros que mantuvieron vivo, en mayor o menor medida, el espíritu de la new wave.
Paul DiAnno, Steve Harris, Dave Murray, Dennis Stratton y Clive Burr fueron los artífices del debut discográfico de la eterna “dama de hierro”. Pese a que más tarde darían el salto definitivo al estrellato en la escena metálica gracias a las giras mundiales de “The number of the beast”, “Piece of mind” y “Powerslave”, “Iron Maiden” es considerado todavía por los antiguos fans como el mejor trabajo de la carrera de Maiden. Y sobran razones de peso para apoyar esta afirmación. El sonido de la grabación que tanto horroriza a Steve Harris resulta en realidad transmitir una magia indescriptible cuando la aguja del tocadiscos se posa sobre el vinilo y los primeros acordes de “Prowler” te transportan a otra dimensión. La voz desgarrada de Paul DiAnno dotaba de vida propia a las ocho canciones y, aunque siempre haya sido criticado por parte de la prensa especializada, “Iron Maiden” debe gran parte del reconocimiento que obtuvo al carisma de este personaje. Como prueba irrefutable, ahí tenemos “Remember tomorrow”, donde Paul guía cada pasaje de forma magistral, o “Running free”, con ese tono de hooligan cervecero que el bueno de Bruce Dickinson no logró alcanzar jamás. El dúo formado por Murray y Stratton convierte en gloriosos los punteos, riffs y cualquier nota que salga de esas guitarras. Por su parte, Harris y Burr (injustamente olvidado) sustentan las bases de los temas y realizan una labor encomiable. Es aquí donde encontraremos muchos de los clásicos que todo buen seguidor de la “doncella” agradece escuchar a cualquier hora como “Phantom of the opera”, los citados “Running free”, “Prowler” y “Remember tomorrow”, la instrumental “Transylvania” y la que ha cerrado la primera parte de cada show de Harris y compañía desde entonces hasta nuestros días, “Iron Maiden”. No hay que olvidarse en ningún caso de la oscura “Strange world” y de “Charlotte the harlot”.
Escoger el mejor disco de Iron Maiden de entre su discografía es una tarea ardua, además de subjetiva. Pero no menos cierto es que poco se puede decir ante un clásico como este, excepto que corras a poner el cassette o vinilo y dejes que “Prowler” te ponga la carne de gallina una vez más
Fuente: The Sentinel
Paul DiAnno, Steve Harris, Dave Murray, Dennis Stratton y Clive Burr fueron los artífices del debut discográfico de la eterna “dama de hierro”. Pese a que más tarde darían el salto definitivo al estrellato en la escena metálica gracias a las giras mundiales de “The number of the beast”, “Piece of mind” y “Powerslave”, “Iron Maiden” es considerado todavía por los antiguos fans como el mejor trabajo de la carrera de Maiden. Y sobran razones de peso para apoyar esta afirmación. El sonido de la grabación que tanto horroriza a Steve Harris resulta en realidad transmitir una magia indescriptible cuando la aguja del tocadiscos se posa sobre el vinilo y los primeros acordes de “Prowler” te transportan a otra dimensión. La voz desgarrada de Paul DiAnno dotaba de vida propia a las ocho canciones y, aunque siempre haya sido criticado por parte de la prensa especializada, “Iron Maiden” debe gran parte del reconocimiento que obtuvo al carisma de este personaje. Como prueba irrefutable, ahí tenemos “Remember tomorrow”, donde Paul guía cada pasaje de forma magistral, o “Running free”, con ese tono de hooligan cervecero que el bueno de Bruce Dickinson no logró alcanzar jamás. El dúo formado por Murray y Stratton convierte en gloriosos los punteos, riffs y cualquier nota que salga de esas guitarras. Por su parte, Harris y Burr (injustamente olvidado) sustentan las bases de los temas y realizan una labor encomiable. Es aquí donde encontraremos muchos de los clásicos que todo buen seguidor de la “doncella” agradece escuchar a cualquier hora como “Phantom of the opera”, los citados “Running free”, “Prowler” y “Remember tomorrow”, la instrumental “Transylvania” y la que ha cerrado la primera parte de cada show de Harris y compañía desde entonces hasta nuestros días, “Iron Maiden”. No hay que olvidarse en ningún caso de la oscura “Strange world” y de “Charlotte the harlot”.
Escoger el mejor disco de Iron Maiden de entre su discografía es una tarea ardua, además de subjetiva. Pero no menos cierto es que poco se puede decir ante un clásico como este, excepto que corras a poner el cassette o vinilo y dejes que “Prowler” te ponga la carne de gallina una vez más
Fuente: The Sentinel
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